miércoles, 7 de octubre de 2009

Esto pasa por sacarle la lengua al sol como los gatos lo hacen en una mañana miercolina


Hoy me hablaron de espacios y lugares. Es un tema que se da para harta discusión. Y así paso. Miles de teorías y miles de discusiones (soy pésima discutiendo, muy pero demasiado pésima), en las que todos tratan de persuadir al otro y ese otro pone resistencia. Y no. Me agoté.
Un lugar y un espacio son lo mismo para mí. Un espacio está compuesto por lugares y a su vez ese lugar se vuelve un espacio que contiene otros lugares. Todo está divido por un límite. La palabra “límite” suena algo dura. Como si más allá de eso fuera el fin del mundo. Pero prefiero pensar que el límite no es ese muro gris y macizo donde las cosas se terminan, sino más bien, es ahí en el límite donde comienza todo.
Luego me puse a pensar en lugares imaginarios. Y no se me ocurrió otro lugar que tu mente. No pude meterme en otro lugar (Si, si…. a veces busco problemas). Quise y desee con toda mi alma encontrar el límite y mirar en donde empiezan tus sueños. Pero no pude. Sólo puedo esperar a que me hables de ellos. Quiero que me cuentes como es el tiempo en tus sueños. De qué color es lo triste y que cosas las ves moradas o rojas.
Tu sabes que los míos los logré tener en mis manos y ponerlos en tus labios, en tus manos y en tus ojos. Se que los viste, aun que solo fuera por unos segundos. ¿Y sabes? Esos segundos se volvieron miles de estrellas y cada estrella en una lagrima, o una melodía, o una caricia, o en un viento, o en un copo de nieve, o en un caleidoscopio de colores y lo que este contiene, o en un sueño donde todo vuelve a empezar.

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