jueves, 26 de noviembre de 2009

Cuento para Alexander Klein


Él estaba vestido de blanco. Caminaba por la casa lentamente. Después de haber recorrido la primera planta (que desaparecía poco a poco), decidió subir las escaleras. Lo hizo de una forma silenciosa, ya que cerca estaba ella, dormida. Él se recostó junto a ella y mentalmente le pregunto: ¿Qué haces? Ella abrió los ojos y le dijo: Te estaba soñando.
No, no es que haya escuchado los pensamientos del hombre, simplemente fue pura casualidad. Luego, él cerró los ojos y recordó el día en que se conocieron.
Fue hace un tiempo atrás. Unos cuantos años. Ni mucho ni poco. Él dormía en el desierto. En sus sueños veía una niña pequeña sin cara, trepada en un árbol y tirando aviones de papel. A medida que se acercaba, sentía un pequeño cosquilleo en su rostro. Al estar debajo del árbol, la llamo por su nombre y despertó. El cosquilleo seguía y era porque una pequeña niña delineaba sus ojos, su boca y sus cejas con un pincel. Él la reconoció. Era la misma niña del árbol. Se tomaron de la mano y empezaron a caminar.
No se necesito hablar, de hecho paso un largo tiempo hasta que se pronuncio la primera palabra. La mayoría de veces hablaban en silencio.
- ¿Alguna vez has soñado?
-Si.
- Yo no.
- Te soñé.
-Lo se.

A él le producía cierta gracia la cara de esa niña, que al pasar los días parecía crecer sin parar. A ella en cambio le daba un poco de miedo mirarlo a los ojos. Pensaba que si lo miraba demasiado, quizás caería por un hueco sin salida. Pero se equivocaba. De hecho, el día que ella decidió sostenerle la mirada mas de un minuto, terminaron riéndose. Él le enseño a sonreír. Desde ese entonces ella se prometió a si misma que nunca dejaría que aquel hombre la viera llorar.
Uno de esos días, en los que uno solo camina en círculos, encontraron una casa grande. Parecía que era de mármol y tenía dos plantas. En la planta de abajo había una sala grande con un piano. Una puerta de vidrio separaba la sala grande de una más pequeña. También había una cocina y cerca de la entrada, estaban las escaleras para ir a la segunda planta. Arriba solo había un cuarto con baño. Del otro lado de la habitación estaba una puerta que no se podía abrir.
Pasaron muchas semanas sin dormir, él pegado al piano y ella pintado sueños, hasta que un agotamiento tremendo se apodero de ellos. Subieron y se acostaron. Él durmió. Ella se quedo mirándolo. Podía pasar años mirándolo. Y así fue. En esos años, ella se dio cuenta que no solo había sido acompañada por un hombre, era su amigo. También se dio cuenta que habían construido un camino juntos. Un camino lleno de alegría y complicidad.

Él se acercaba a un árbol donde había una niña pequeña, que tiraba aviones de papel. Estando junto a la niña, la llamo por su nombre y despertó. Cuando abrió los ojos, vio que ella ya no era una niña, era una mujer, parecía de la misma edad de él.
- No vuelvas a decir mi nombre.
- ¿Por qué?
- Si lo dices, dejo de existir.
- ¿No has dormido?
- No
- ¿Cuánto tiempo?
- Años… perdí la cuenta.
- Te quiero.
- Lo se.
Ella le dio un beso en la mano y luego se durmió. Mientras tanto él bajo y vio que la sala grande, como la sala pequeña estaban llenas de cuadros. Durante todos esos años, ella lo retrato. Un cuadro cada día. Logró capturar cada instante y con ellos cada sentimiento.
Él toco el piano durante horas.
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- ¿En qué piensas?
- En el día que te conocí.
- ¿Y?
- Llegue hasta lo que somos ahora. -la miró y le sonrió- La casa se esta derrumbando.
- Vamos.
En ese momento, la puerta que había en esa habitación se abrió. Salieron, y vieron que estaban en la punta de una montaña. La noche estaba cayendo. La casa ya no estaba.
- Pensé que no soñabas.
- Fue tu música.
- ¿Y bien? ¿Cansada de caminar?
- No. Nacería cuantas veces fuera necesario, tan solo por volver a caminar junto a ti. Vamos empezó a llover.


1 comentario:

  1. Cata...está hermoso! Y la canción también....te quiero y sigue haciendo cosas así de bonitas. (Natis Martínez)

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